- ¿A qué
huelen los libros? – me preguntó mi hija de siete años mientras abría un libro
y colocaba su naricita sobre sus páginas.
Sonreí. La llevé al viejo despacho de mi padre. Ahí,
casi a oscuras, seguía intacto su recuerdo. Libros, papeles, revistas y
libretas. Una leve luz de sol, que se filtraba por un pequeño agujero de la
persiana, nos señaló la libreta más fea, la más sucia y más raída por el tiempo.
– Escribe lo que has hecho hoy, escribe lo que harás mañana y esta vieja
libreta será un libro. Un libro que olerá a ti. Lo que más quiero -
Han pasado
ya dos meses y mi hija, en la última línea de su día, nunca olvida dar las gracias al abuelo. ¿Y
yo? Bueno, yo la beso mientras duerme y abro la vieja libreta mientras la
huelo.
@7iete
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